jueves, 3 de marzo de 2016

CELEBRAR: UNA TRAGEDIA EN COLOMBIA.


Un gran problema es que no tenemos estadísticas.

Hay elementos que podrían medirse, pero frente a eventos de violencia en celebraciones no hay nada.

¿Por qué es violento el colombiano al momento de celebrar?
No somos todos los colombianos. Estoy convencido de que los violentos son una minoría y la inmensa mayoría simplemente estamos, de alguna manera, desprotegidos frente a los excesos de esas personas. En Colombia hay muchos ejemplos de celebraciones que se dan en paz, con tranquilidad y obviamente tenemos casos muy conocidos donde hay excesos. Casi todos los municipios del país tienen fiestas patronales; en el Carnaval de Blancos y Negros, en Nariño, por ejemplo, se registran muy pocos temas de violencia. En principio, no creo que en la naturaleza de los colombianos esté el ser especialmente agresivos. Lo que sí creo, es que hay una minoría que bajo ciertas circunstancias se exceden y cuando están en presencia de grandes grupos, nadie los controla –las autoridades no controlan y no hay capital social para ello– y por ello generan fenómenos de violencia y la sensación de que nosotros celebráramos así.

Normalmente, quienes se comportan mal hacen mucho ruido y parecen más de los que son. Voy a dar un ejemplo: hace unos 10 o 15 años, veíamos en las noticias el tema de los Hooligans ingleses. Se mataban y mataban gente. La policía y el gobierno inglés descubrieron que los que lo hacían eran una minoría: no eran todos los hinchas, ni todos los aficionados al fútbol. La policía, entonces, con mucha inteligencia, empezó a identificar, aislar y controlar dichos grupos y usted ve hoy una situación muy tranquila en los estadios ingleses. No se puede, por extensión, asumir que todos los barristas (miembros de barras bravas) en Colombia tienen una naturaleza violenta. No. Son unos grupos específicos, concretos. En el país, hay una ciudad que vivió un experimento de construcción de ciudadanía y paz muy interesante: Manizales y los barristas del Once Caldas. Estos grupos eligieron incluso un concejal y con el apoyo del equipo y la alcaldía, durante un tiempo generaron un comportamiento de no violencia y lo recuerdo porque lo vi. Lograron aislar los pequeños casos y así neutralizaron el problema. Desde luego, este tipo de ejercicios tienen que mantenerse y optimizarse.

Colombia debería tener un sistema de biometría en todos los estadios, de tal forma que una persona que entre se identifique con su huella y se sepa en qué asiento está. Basados en los comportamientos violentos que genere, las autoridades pueden empezar a identificar a los violentos y manejarlos. Esto fue lo que hicieron los ingleses. Yo creo que una persona que le ha propinado dos puñaladas a un hincha de otro equipo no debería volver a estar en un estadio jamás. Aquí hay gente que no podemos permitir que siga yendo a esos recintos. Si usted hoy pone su huella al entrar a un edificio, ¿por qué no lo va a hacer en un estadio? Es cuestión de empezar a hacerlo y convertirlo en costumbre, sin crear un Estado policivo en el que tengamos al "Gran Hermano" vigilándonos, pero sí creo que debemos tener y hacer más inteligencia para identificar a ese grupo pequeño de desadaptados que son los que celebran con violencia”.

¿Es lo mismo esta situación en Bogotá que en las regiones?
Es importante considerar dos cosas: primero, sobre Bogotá hay más reflectores, razón por la cual los actos de violencia que se cometen acá llegan con más facilidad a los medios, comparado con algo que suceda en otra ciudad con menos recursos mediáticos. Lo segundo, tiene que ver con una teoría de Joseph Schumpeter sobre la manera en que funcionan las masas. Según la propuesta de este economista austriaco, un acto de violencia en medio de una masa tiene una mayor resonancia porque afecta a más personas y porque, además, la gente no sabe cómo reaccionar. Eso, en parte, es un poco lo que pasa.
Hay que tener en cuenta, también, que Bogotá es más grande y cualquier aglomeración en la capital es más numerosa que las que pueden darse en la mayoría de municipios colombianos. Veamos un caso de Bogotá: Rock al Parque. Rock al Parque viene haciéndose desde hace 20 años y es un escenario que reúne a cientos de miles de personas en edades en que se supone son más violentas. Se supone, también, que hay consumo de sustancias no permitidas. Los sucesos violentos, sin embargo, no son la nota central y esto muestra que los colombianos y los bogotanos lo hacemos bien.
Lo que pasa, repito, es que hay una minoría de desadaptados que son agresivos celebrando, que tienen una enorme capacidad de afectar; allí es donde tenemos que hacer el esfuerzo para identificarlos y aislarlos, y para que entre el control del capital social y el control de las autoridades públicas logremos contenerlos.

¿Cuánto le cuestan al país las celebraciones violentas? ¿Dónde están las estadísticas? ¿Quién las genera?
Estuvimos buscando y no hemos encontrado un tipo de estadística que nos permita hacer una afirmación en este sentido. El primer problema, entonces, es que no tenemos estadísticas. Es viable hacer algunas aproximaciones y valdría la pena realizar estudios. Podría hacerse, por ejemplo, un cálculo sobre muertes violentas, con una metodología llamada AVISAS: Años de Vida Útil y Saludable. Esta metodología permite catalogar las diferencias en años de vida útil y saludable entre una persona muerta de manera violenta a los 30 años y una a los 60, y analizar la situación: si la persona de 30 es educada, si es soltera, si tiene hijos, entre múltiples factores. Hay cómo hacerlo, pero no se ha hecho hasta el momento.
Otro de los aspectos tiene que ver con los daños que deben pagarse, en seguros, por estos hechos. Adicionalmente, habría que tener en cuenta los gastos en que incurren el Estado y la sociedad en salud y en temas de policía, en la detención de las personas, en su reclusión en las cárceles. Todo esto tiene una valoración económica y hay un conjunto de elementos que podrían medirse, pero frente a estos eventos de violencia en las celebraciones no hay nada hecho. Hicimos una indagación y encontramos que no hay estadísticas confiables y por eso no me atrevo a dar ninguna.
De otra parte, creo que este tema del que estamos hablando no ha estado en la agenda pública colombiana por una razón: porque los eventos son concentrados en unos momentos y en unos lugares. Yo considero que es un asunto muy importante y creo que este proyecto puede ayudar a elevarlo en la agenda; a raíz de ello, ojalá comiencen a construirse buenos reportes y buena información sobre el tema. Hoy podemos decir que no encontramos fuentes fiables que nos permitan responder a la pregunta sobre los costos económicos de dichos eventos.

¿Por qué no hay datos? ¿Es difícil obtenerlos?
Averiguar cuánto le cuesta al país la muerte violenta de un número de personas en una celebración es relativamente fácil: recogiendo la demografía de los individuos (edad, nivel educativo, condiciones laborales, vínculos familiares, etcétera), se podría calcular cuánto le cuestan estas muertes a la sociedad colombiana. Nosotros no encontramos que alguien lo haya hecho. Además, normalmente esos cálculos se hacen para volúmenes más grandes, aunque, obviamente, una sola muerte en esas circunstancias es una tragedia.

Voy a mencionar algo igualmente preocupante: en Colombia mueren más colombianos en accidentes de tránsito que en celebraciones y ese tema tampoco está mirándose. Hay conductores irresponsables, conductores de transporte público con multas por más de $ 120 millones, involucrados en tres o cuatro homicidios culposos y siguen manejando. Pero ese es otro tema.

¿Cuál es el costo para la reputación del país?
Obviamente, buena parte de estos eventos violentos salen en las noticias y generan incertidumbre y sensación de riesgo. Colombia, en condiciones diferentes, sin conflicto y con niveles de violencia parecidos a los de la región, tendría oportunidades de inversión, turismo, extranjeros viniendo a vivir en el país, etcétera; así que podríamos hablar de un costo de oportunidad que estamos perdiendo. Tampoco hay cálculos concretos sobre eso; se han hecho y publicado estimaciones sobre lo que nos cuesta el conflicto armado, eso sí, y esas estimaciones hablan de que podríamos aspirar a tener por lo menos un punto adicional de crecimiento cada año, si no tuviéramos el conflicto armado. Eso, es un montón de dinero.

¿A quién le corresponde asumir la solución del problema?
Como todos los problemas, normalmente, este tampoco puede resolverse con una sola acción, sino que debe ser una combinación de ellas: por un lado, el Estado, las autoridades públicas que tienen la necesidad de ejercer mayor control; por otro, en estos eventos participan empresas privadas, equipos de fútbol u organizadores de los eventos y a ellos les cabe una cuota de responsabilidad y les conviene que no sucedan esas cosas. ¿Qué mejor para un equipo de fútbol que la gente vaya a los estadios?
Hay muchos conciertos en Colombia en los cuales se vende alcohol de manera controlada y la gente no se comporta violentamente. Allí el particular, que arrienda un lugar, que lo controla, muy rápidamente identifica a la persona que está haciendo desmanes, la aísla y la saca. Bogotá tiene muchos empresarios buenos que saben hacer conciertos de 10.000 personas, vendiendo alcohol, sin que haya un solo muerto.
Y la tercera acción le corresponde a la sociedad. Yo creo que nosotros debemos aumentar nuestra civilidad y nuestro capital social, de tal manera que cuando empecemos a ver una persona desadaptada, comportándose de manera inadecuada, sea el mismo grupo de ciudadanos el que la controle. Mi respuesta a la pregunta es, entonces: la solución está en manos de las autoridades, los empresarios y la sociedad.
Tradicionalmente celebramos consumiendo alcohol. ¿Qué responsabilidad tienen las empresas que producen y venden esta bebida y qué datos o estudios hay al respecto?
No es que los colombianos consumamos mucho alcohol, lo que sucede es que lo consumimos todo concentrado, en muy pocos momentos y eso tiene efectos negativos. Sobre el tema de responsabilidad, yo veo una transformación en los empresarios privados: algunas de las distribuidoras adelantan serios programas de consumo responsable y varias licoreras y empresas del género están tratando de que los colombianos tengan una cultura distinta, en donde usted se tome una cerveza al día y no ocho cervezas en un día.
Creo que el consumo no excesivo de alcohol no es malo y pienso, también, que hay una elevación de los estándares de las empresas que están actuando en Colombia para promover consumos más responsables. Sobre los efectos y los costos, se han venido haciendo algunos estudios, tanto en el tema de alcohol, como en el tema de cigarrillo, marihuana y cocaína. Daniel Mejía, en la Universidad de los Andes, tiene la serie histórica completa sobre el volumen de consumo de las personas de alcohol, marihuana y cocaína.

¿Qué podemos hacer nosotros para contribuir a resolver el problema de las celebraciones violentas?
Creo en la versión de los economistas que dicen que los seres humanos actuamos por estímulos. Pienso, por esto, que debería haber castigos efectivos, por un lado y por otro, es importante que los empresarios se den cuenta de que es mejor negocio que la gente se divierta sin matarse (esto segundo ya está pasando). En el Carnaval de Barranquilla, por ejemplo, la gente toma mucho, pero es un carnaval muy razonable en términos de manifestaciones violentas. Igual, hay celebraciones muy importantes en Bogotá que convocan multitudes y en las cuales la gente está de fiesta, tranquila, sin lastimarse; la Caminata de la Solidaridad por Colombia es una de ellas, en donde la gente se divierte, en paz, sin sobresaltos. Para esto hay que confiar en ese triada: ciudadanos, empresarios y Estado, para que cuando haya casos aislados de personas que están comportándose como bárbaros, puedan ser aisladas y se les aplique un castigo.

Y desde el Estado, ¿qué hacer?
Yo creo que al Estado le corresponde hacer estudios y viabilizar las estadísticas sobre el tema, esa es una de las medidas. Adicionalmente, debe hacer más inteligencia para identificar a esos pequeños grupos de personas que se comportan de manera bárbara. De alguna manera, a los empresarios les corresponde lo mismo en los eventos en los que están involucrados y colaborarle a la Policía con el control de personal.

¿Y con respecto a la creación y utilización de proyectos educativos?
Son importantes y me parece que el país ya está haciendo cosas al respecto. Ahora, siempre que se habla de temas educativos, hay que tener en cuenta que los efectos van a ser a largo plazo y yo creo que el problema exige también soluciones y medidas a corto plazo. Por eso, pienso más en la generación de reportes estadísticos sobre unos temas, la identificación de las personas con conductas anómicas, la creación de estímulos y desestímulos para estos comportamientos (yo, por ejemplo, diría: un hincha violento jamás debería volver a entrar a un estadio de fútbol y le aseguro que eso los aísla).

¿Qué otras organizaciones deberían participar activamente?
En Colombia, en el tema de fútbol, el Ministerio del Interior tiene un programa muy importante, pero yo creo que Coldeportes debería hacerlo también y los equipos de fútbol. Con referencia a los conciertos, los empresarios y obviamente, la Secretaría de Cultura y Turismo y el Ministerio de Comercio, Industria y Turismo. Aquí no se trata de una responsabilidad de una sola entidad o persona, sino de varios frentes que deberían actuar al unísono.

¿Cuál sería la solución ideal para que en Colombia celebrar no sea una tragedia?
Yo no creo en soluciones milagrosas. Los hombres que han prometido milagros, normalmente, han convertido eso en grandes tragedias y holocaustos. Yo creo que frente a un problema complejo como este, se necesita un conjunto de medidas que vayan identificando lo que hay que hacer, pero no creo que haya una medida milagrosa que nos permita afrontar la situación. Además, si llegara a haberla, debe ser peligrosísima.

Fuente: Periódico el TIEMPO.

Por:  MAURICIO SALAS |

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